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Lo siento. No creo en la casualidad o la mala suerte.

Leí un artículo en internet que me llamó la atención:

Un niño pierde las dos piernas, de rodilla para abajo, a raíz de un accidente de tráfico. Siendo adulto, se casa y tiene un primer hijo. A los tres años de vida, al hijo le diagnostican un cáncer y le amputan las dos piernas de rodilla para abajo. Al tiempo tienen un segundo hijo que nace con una extraña enfermedad…sin las dos piernas por debajo de la rodilla.

¿Casualidad?, ¿Mala suerte?

Yo no soy de los que creen ni en lo uno ni en lo otro.

Antes de explicarte mi punto de vista sobre esto, es importante que conozcas  como entiendo al ser humano, algo en lo que coincido con la mayor  parte de los profesionales de la salud mental.

Utilizo la metáfora de una banqueta para que se entienda fácilmente, aunque da una explicación limitada y esquematizada, es suficiente para lo que quiero explicarte.

Imaginate una banqueta con tres patas, las cuales están interconectadas y se influyen mutuamente. Esto es que cada una necesita de la otra para mantenerse en pie. Cada pata es igual de importante para que la banqueta se mantenga estable, esto significa que cuando alguna de éstas se debilita la banqueta se vuelve inestable.

Persona-vertientes

Una pata representa la parte biológica de la persona. Ésta incluye el cuerpo como una maquinaria que tiene una serie de funciones, las cuales dependen de la genética y de la supervivencia de la especie.

Otra pata representa la parte psicológica. Sentimos emociones que determinan nuestros comportamientos y nuestra forma de pensar o interpretar las cosas –dependiendo del profesional lo puede entender así o al contrario, esto es que nuestra forma de pensar condiciona lo que sentimos- Las personas tenemos conciencia de las cosas que nos ocurren, tenemos puntos de vista en relación a lo que nos sucede a nosotros y al mundo que nos rodea.

La otra pata representa la parte social. Los seres humanos nacemos con unos padres que en función de la cultura, el nivel socio-económico que posean y su propia historia personal nos inculcarán unos valores determinados en relación a cómo comportarnos con el medio que nos rodea. A medida que vamos creciendo, las experiencias con personas que vamos conociendo o los medios de comunicación, también influirán en relación a nuestra forma de relacionarnos con los amigos, pareja, trabajos, etc.

Retomando el artículo inicial

Y teniendo en cuenta que la “triada bio-psico-social” es indivisible, voy a centrarme únicamente en la parte social para explicar porque lo que cuenta este artículo no depende de la casualidad o la mala suerte.

Tengo diferentes formaciones en herramientas de psicoterapia, pero para mí una de las más estimulantes y sorprendentes son las constelaciones familiares y la filosofía que hay detrás de ellas, cuyo máximo representante en Bert Hellinger.

La influencia de los patrones educativos de la familia en el desarrollo de los seres humanos es un elemento común a todas las herramientas de psicoterapia. Una de las aportaciones más interesantes de Hellinger es que para él, una de las variables más importantes que influye en el bienestar-malestar de la persona, tiene que ver con cómo nos relacionamos con nuestra familia de origen (incluyendo en esta los hermanos, padres, tíos, abuelos, etc)

 

¿Qué determina nuestra manera de relacionarnos con nuestra familia?

Para Hellinger existen tres leyes básicas a tener en cuenta:

  1. Derecho a pertenecer

Para entender esto imagínate un puzle. En los puzles no hay una ficha más importante que otra, todas tienen su importancia por igual.

En este puzle imaginario cada pieza representa a un miembro de tu familia.  Puede que no conozcas a muchos de ellos: algunos murieron antes de que nacieras y de otros nadie te ha hablado. Con otros nunca has tenido contacto.

A algunos los conoces pero por la vergüenza y dolor que han acarreado a ti o a otros miembros de tu familia, es como si no existieran.

Cuanto más completo es el “puzle familiar” más en armonía estamos con nuestro sistema familiar y más fluido es nuestro día a día. Cuando, por alguno de los motivos comentados, no  incluimos en este puzle a determinados miembros de la familia más probabilidades hay de que aparezca dolor y sufrimiento en ti o en tus hijos.

 

2.      La antigüedad es más que un grado

Si la imagen del puzle es como si fuera una imagen horizontal de tu familia. Ahora te voy a ofrecer una imagen vertical de tu familia. Imagínate a tu familia como una pirámide.

En la base de la pirámide estás las personas más viejas. Da igual el grado de implicación para el bienestar de la familia de estas personas. Da igual si son menos activas o constructivas que miembros más jóvenes. Es la base en la que se sustenta la pirámide y partir de ahí se va erigiendo la familia, donde tú estás en la punta de la pirámide.

Cuando los miembros de la familia no acepta el lugar de la pirámide que le toca por antigüedad –al que le corresponde estar en la base se coloca en el medio o al que le toca estar en lo alto se coloca en la base- aparece el dolor y el sufrimiento.

 

3.      Equilibrio entre dar y tomar

En nuestro día a día estamos continuamente dando y tomando: voy a mi trabajo, pongo mi energía en él y a cambio obtengo una gratificación (económica o profesional); voy a la panadería, pago y a cambio obtengo un pan; Un día hago un acto solidario con otra persona, y otro día alguien lo tiene conmigo.

Mi pareja me hace algo doloroso y, tarde o temprano, se lo acabo devolviendo de alguna manera.

Damos y tomamos sea para bien o para mal.

Los problemas surgen  cuando uno da más de lo que recibe, cuando uno recibe tanto que se ve incapaz de devolver algo equivalente  o cuando uno es incapaz de tomar del otro.

Esto es así excepto en la relación con nuestros padres. Nuestros padres nos dieron la vida y no hay bien más valioso que este. Los padres dan, a veces menos de lo que le gustaría a los hijos pero lo suficiente para sobrevivir, y los hijos sólo toman lo que les dan. A veces nos gusta lo que recibimos (amor, sacrificio o comprensión) y otras muchas veces no (juicios, abusos o descalificación).

Por mucho que un hijo quiera, o que un padre pida, el hijo nunca está en una situación de igualdad con los padres.

Los hijos pueden dar a los padres soluciones para problemas prácticos, pueden ayudar económicamente, etc. Pero cuando intentan dar apoyo emocional en forma de consuelo cuando les ocurre alguna desgracia,  o darle consejos afectivos en relación a lo que tienen que hacer con su vida sentimental, se está vulnerando la ley segunda y las consecuencias son de desgaste, agotamiento y sufrimiento.

 

Mi opinión sobre el artículo

Las constelaciones familiares ofrecen una imagen muy gráfica de cómo cuando alguna  de estas leyes se están incumpliendo en las relaciones entre los miembros de una familia, surgen enfermedades, dificultades para mantener o encontrar trabajo, problemas de pareja, dificultades para relacionarnos con los padres, malestar psíquico o emocional, dificultades para concebir hijos, etc.

El artículo, me parece un grandísimo ejemplo de superación, pero es más que probable que alguna de estas tres leyes se están incumpliendo en ese sistema familiar.

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